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Aquí sí hay receta para la creatividad

Actualizado: 21 feb 2022

El mundo de los negocios está plagado de frases como sé creativo o muere. El valor de la creatividad se ha convertido en un hábito promovido por casi todas las organizaciones, sin embargo, no existe un consenso de qué se necesita para ser una persona creativa. Los consejos más usuales terminan sonando casi siempre como enunciados sacados de un libro de autoayuda, sé valiente, piensa distinto, estar dispuesto a equivocarte, salir de la caja, entre muchos otros parecidos que casi siempre rematan diciendo que encontrar la creatividad es un camino complejo en el que no hay recetas ni métodos a seguir. Estas recomendaciones pueden ser muy inspiracionales, pero no sirven de mucho en el proceso creativo.


La creatividad ocurre en nuestro cerebro y en la última década hemos avanzado mucho en entenderlo. Tenemos por primera vez datos sólidos que comienzan a dar forma a lo que podría llamarse un método creativo. La neurociencia define a la creatividad como una respuesta novedosa para satisfacer una necesidad presente. Se trata de una reacción neurológica que permite crear una solución innovadora en la que están involucradas dos etapas.


En el primer momento de todo proceso creativo ocurre el Pensamiento Obsesivo. En términos de Daniel Kahneman, psicólogo ganador del premio Nobel de economía de 2002, es un momento dominado por la parte del cerebro encargada del pensamiento consciente, racional y lógico-matemático. En esta fase buscamos compulsivamente la solución a un problema o reto partiendo del conocimiento preexistente. De manera ilustrativa este ciclo correspondería a esa imagen que todos tenemos del científico o del artista encerrado en su laboratorio o taller trabajando día y noche, aparentemente sin parar, hasta no concretar su invención u obra. Es un momento de profunda concentración y gran consumo de energía que nos recuerda que la creatividad se correlaciona mucho más con la obsesión que con el coeficiente intelectual. Sin embargo, el simple esfuerzo no es suficiente para generar por sí solo una idea creativa.


El pensamiento obsesivo suele tendernos una trampa al hacernos creer que no debemos parar y descansar hasta encontrar la solución al problema. Aquí es en donde el proceso creativo requiere de una segunda etapa conocida como Relajación Cognitiva. En esta etapa de la creatividad nuestra mente y cuerpo se destensan y se activan áreas cerebrales asociadas a la imaginación y a la asociación inconsciente de ideas; estamos pensando en la nada y suele ocurrir de hecho cuando estamos aburridos. Regresando a nuestro ejemplo del inventor, este momento se daría cuando estás en la regadera o viendo caer las manzanas de los árboles sin mucho que hacer y de repente gritas ¡Eureka! Te ha venido una suerte de epifanía o de idea deslumbrante que parece llegar de la nada. Y es que sólo porque no estamos pensando en algo conscientemente no significa que el cerebro no está trabajando en un segundo plano con la información previamente adquirida. Las evidencias científicas parecen indicar que los mejores momentos para afianzar el aprendizaje y crear nuevo conocimiento son el ocio, el sueño y los espacios de relajación profunda.


El acto creativo requiere entonces una oscilación rítmica entre dos grupos de neuronas, aquellas que activan el pensamiento lógico y aquellas que activan la intuición. Mientras que las primeras funcionan en largos y esforzados periodos de concentración, las segundas eliminan nuestros filtros racionales y permiten crear nuevas ideas mediante el pensamiento asociativo no consciente.


El orden de estos dos pasos importa y la receta indicaría que debes avocarte a trabajar con obsesión en una idea para luego dar paso a la relajación. ¿A qué se debe esto? El psicólogo Robert Zajonc cree que el motivo de ello es que el pensamiento repetitivo y obsesivo termina induciendo la relajación cognitiva por un simple efecto de exposición continua. En otras palabras, mientras más trabajamos en conocer a profundidad un tema, más seguros de nosotros mismos y relajados nos sentimos. Una sensación de familiaridad crea un sentimiento de confort que facilita la relajación cognitiva y el surgimiento de la nueva idea.


La receta que nos brinda la neurociencia nos advierte de dos ingredientes acaso opuestos del proceso creativo, en la vida requerimos profundizar y obsesionarnos con eso que queremos resolver, pero debemos al mismo tiempo dejarnos aburrir y saber cuando parar de pensar para disfrutar simplemente de no hacer nada, que seguro allí llega ese momento eureka.

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