De joven solía pensar que los asuntos del amor y el desamor vivían en el control de nuestra intimidad, en esa parte del mundo que solemos llamar vida personal; que las aventuras románticas poco incidían sobre la otra vida, esa que transcurre en la oficina. Desde esa ilusión recuerdo haber recibido una de esas llamadas evaluaciones de desempeño, mis jefes reconocieron mis logros, me asignaron nuevas y mayores responsabilidades, pero la discusión de sueldo tomó un giro para mí ridículo: «¿Qué vas a hacer con más dinero? Si ni siquiera estás casado ni tienes hijos» −fueron sus argumentos. Convencidos del favor que me hacían fue así como, ni por amor ni por dinero, que mi estado conyugal me había hecho perder una promoción.
Aspectos como la productividad, la eficiencia o el crecimiento profesional no suelen estar asociados al matrimonio, pero existen muchísimas evidencias de que en la práctica tienen mucho que ver. Las estadísticas muestran que, para personas de la misma edad, educación y experiencia, ser casado incrementa el sueldo promedio entre un 14% a un 30% (Dougherty 2006, Rodgers, Stratton 2010 y Casal, Pose 2010). Esta prima salarial por matrimonio puede incluso observarse en personas divorciadas quienes reciben un salario 9% mayor que sus contrapartes que nunca se casaron (Chiodo, Owyang, 2002). Estudios empíricos muestran que esta ventaja es incluso mayor en países de Latinoamérica donde para el caso colombiano, por ejemplo, se muestra una ventaja salarial de 27% de los casados sobre los individuos solteros (Coavas, Gómez Duarteb, 2016). De pronto, amor y profesión se encuentran entrelazados, sin saber quién empuja a quién y, para comprenderlo, creo no queda en este caso más que recurrir tanto a argumentos de la razón como del corazón.
Solemos atribuir ciertas virtudes a las personas casadas, comenzando por la estabilidad, disciplina y responsabilidad propias de aquellos que han asentado cabeza para enfocarse en un proyecto compartido, todos valores igualmente deseables por un empleador, creando un sesgo de selección que favorece el crecimiento de las personas emparejadas. Puede sumarse a ello la prioridad inconsciente que un jefe puede tener al privilegiar en un acto de bondad a aquellos que tienen una familia que mantener. Otra hipótesis económica menciona que las personas casadas podrían ser más productivas cuando la cabeza de familia trabaja fuera de casa y el otro cónyuge se ocupa de los hijos y las tareas domésticas. El problema de esta idea, además de anticuada, es que si fuera cierta, la prima salarial por matrimonio debería disminuir a mayor educación del cónyuge, pero esto no parece ocurrir (Smith, 2021) e incluso habría que explicar por qué las personas divorciadas conservan como vimos parte de los beneficios, una especie de capital positivo que se mantiene incluso después de terminada su relación. Según estudios, esto podría deberse al apoyo económico que conlleva contar con el sueldo de tu pareja en ciertos momentos de la vida, por ejemplo, un desempleado casado puede depender de los ingresos de su cónyuge brindando ese tiempo extra que le permita conseguir los empleos más alineados a sus objetivos profesionales y mejor pagados. Un mayor esfuerzo de búsqueda de empleo no sólo aumenta la probabilidad de aumentar tus propios ingresos, sino que también permite a tu pareja ser más exigente en sus futuras ofertas de trabajo, una sana red de apoyo esperable en una relación (Pilossoph, 2021).
Creo que algo de todos estos argumentos formales de los economistas es cierto (por ejemplo y tristemente la discriminación por estado civil), pero de lo que no tengo duda es que los mecanismos del amor entre dos personas conducen a una pareja a ser una mejor versión de sí misma, ya sea por los caminos de la confianza que brinda la admiración mutua, la complicidad que nos abre perspectivas cuando nos ‘espejeamos’ en el otro, o la valentía y el arrojo que surgen para probar nuevos retos en el nombre del amor. Yo prefiero quedarme con esto.
Alfred, por favor no dejes de escribir, siempre es refrescante leerte!, fuerte abrazo!