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Foto del escritorAlfredo Nava Escárcega

¿Cansado en la oficina? Todos lo estamos

Hay sensaciones físicas como la sed y el hambre que entendemos bien, cuando aparecen nos detenemos casi instintivamente para buscar algo que beber o comer. No hay mucho que pensar, sabemos que si uno no se hidrata o nutre el cuerpo no funciona y de no resolverlo eventualmente se apagará, así de simple. Luego están otras sensaciones físicas que no solemos manejar tan adecuadamente como el cansancio, que la naturaleza desarrolló para evitar exponernos a niveles severos de esfuerzo y estrés, motivándonos a hacer un alto antes de que la fuerza se nos agote y nos quedemos varados quién sabe dónde. Sin embargo, las personas terminamos haciendo de todo para buscar alivio antes de probar descansar, desde tomar muchas tazas de café hasta métodos menos convencionales pero cada vez más populares como sumergirnos en tinas de agua helada o probar terapias de choques eléctricos con resultados más bien temporales.


Las encuestas de salud en la oficina muestran que más del 75% de los trabajadores mexicanos sufre de fatiga laboral y a nivel mundial esta tendencia se mantiene en al menos el 50% de la población activa. Hoy el cansancio en el trabajo es una forma de vida más que una alerta temporal de nuestro cuerpo. La fatiga laboral no se siente como ese dolor en las piernas después de una larga caminata, se parece más al agotamiento crónico que se convierte en hastío, aburrimiento, tedio y hasta indiferencia. Es como si un virus físico se te metiera en la sangre al encontrarte debilitado y que luego de unas semanas se te instalara en algo más sutil como el alma de donde es más difícil sacarlo.


¿Por qué nos cansamos sin parar? Hay que empezar reconociendo que el trabajo demanda energía y mucha; prueba cazar un venado, cosechar la tierra o concentrarte en tareas mentales complejas y el cuerpo pronto te pedirá descanso. Pero, fatiga crónica como la que nos referimos es otra cosa, es sobre todo un problema de excesos y la vida actual en la oficina tiene por ejemplo uno muy persistente: el multitasking. Después de que se idolatró este comportamiento como una virtud de la super eficiencia, hoy los neurólogos saben que atender dos o más tareas de manera simultánea crea interferencias en nuestra capacidad cognitiva y nos provoca esa horrible sensación de quedarnos en blanco ya que neurológicamente nuestra capacidad para retener y procesar información se ve gravemente comprometida. Los multitaskers o multiswitchers que saltan de una tarea a otra en pocos minutos no sólo tienen un alto riesgo de fatiga crónica, sino que está comprobado que su memoria de largo plazo se va deteriorando gradualmente hasta convertirnos en personas neurológicamente agotadas.


El síndrome de desgaste ocupacional es un padecimiento tan generalizado en el mundo que hay quien brinda una explicación filosófica al problema; el crítico de la posmodernidad Byung-Chul Han lo denomina «La Sociedad del Cansancio», caracterizada por un sobrecalentamiento laboral, se trata de una sociedad del rendimiento en la que los empleados lo pueden todo, no porque alguien se los exija, sino porque se explotan a sí mismos en búsqueda del sueño de la autorrealización infinita y del Nada es Imposible. Para Han no hay presión más dura que la autoexigencia pues suele conducir a la hiperactividad hasta agotarnos profundamente. El multitasking, el río de planes inacabados y la fatiga resultante según este filósofo son solo una manifestación de un exceso de positividad, de una sociedad que nunca se permite estar cansada pero que termina agotada siempre.


La respuesta que Byung-Chul Han nos brinda como remedio a la fatiga es por lo tanto poder «decir que no». Si piensas que lo puedes todo resulta mejor ser realista y concentrarnos en trabajar en lo que mejor nos sale, en dónde más valor agregamos o acaso en lo más urgente, pero no todo al mismo tiempo para cuidar no caer en excesos violentos. La autorrealización sin límites y sin descanso nos deja tan exprimidos que pronto no podemos dar más. A fin de cuentas, todo gran logro necesita reflexión, atención profunda y ocio.

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