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Foto del escritorAlfredo Nava Escárcega

Carrera Espacial: ¿Capricho de multimillonarios o negocio sostenible?

Actualizado: 31 jul 2022

[Publicado originalmente en Revista Fortuna, junio-julio 2022]


En un planeta con retos humanitarios y ambientales crecientes puede ser decepcionante que las personas más ricas del mundo hayan elegido aparentemente abandonar nuestro planeta. El despliegue lanzado por Jeff Bezos (con su empresa espacial Blue Origin), Elon Musk (SpaceX) y Richard Branson (Virgin Galactic) ha generado tal notoriedad que varios críticos extremos se preguntan si esta clase empresarial se ha dado por vencida y prefiere asegurar el futuro de los suyos en colonias fuera de la Tierra. Los juicios son duros y muchos elevan la voz para que estas multimillonarias inversiones sean redireccionadas a causas más terrestres en lugar de alimentar una carrera para abandonar nuestro planeta.

Las opiniones son comprensibles cuando ponemos los números en perspectiva: en la última década (2010-2021) el sector privado ha invertido 24.2 mil millones de dólares (mmdd) en el Espacio, 44% de este total se ha destinado a vehículos espaciales y el resto a servicios como fabricación de satélites y otras tecnologías (PitchBook Data, 2021). El mayor inversionista espacial es sin duda Elon Musk que en ese periodo invirtió 6.72 mmdd tan sólo en el desarrollo y lanzamiento de naves espaciales. Esta cifra llamó la atención incluso del director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentación de la ONU que en 2021 reclamó en un tweet a estos superricos que justamente una inversión de 6 mmdd sería la cantidad de dinero necesaria para salvar a 41 millones de personas de morir ese año de causas relacionadas a la hambruna.


Si bien el narcisismo de estos CEOs no ayuda mucho a la imagen social de los programas espaciales, tomándose selfies con sus familias mientras flotan unos cuantos segundos en la gravedad cero de sus naves, la carrera espacial podría en realidad también beneficiar al resto de la humanidad. Basta mirar la historia reciente para ver que las grandes invenciones como los automóviles o los aviones tardaron varias décadas para dejar de ser simples juguetes de ricos y convertirse en medios de transporte masivos que cambiaron el curso de la historia.


El término Economía Espacial resume precisamente al conjunto de actividades y cadenas de suministro requeridas no sólo para la puesta en órbita de satélites, sino en decenas de industrias nacientes tales como la generación de energía solar en bases espaciales, la minería en la luna o en asteroides y el turismo espacial. El Espacio alcanza un entramado de decenas de subsectores económicos generando ingresos totales para el sector privado por 356 mmdd al año (Space Foundation, 2020).


¿Cómo explicar este masivo crecimiento de la Economía Espacial? Al centro de la respuesta se encuentra la participación del sector empresarial a través de asociaciones público-privadas que han permitido que más responsabilidades y riesgos se transfieran a los grandes inversionistas en lugar de depender de los apretados presupuestos de los gobiernos. Estas nuevas colaboraciones están aumentando la competencia entre los privados para lograr costos operacionales en el negocio del Espacio cada vez más eficientes.


Un reciente estudio publicado por el think tank del banco Citi considera que la reducción en los costos de lanzamientos será tan impresionante que pasaremos de los 1,500 dólares por cada kilogramo puesto en el Espacio en 2022 a los 100 dólares en el 2040. El estudio considera que los factores clave de eficiencia serán la reutilización de cohetes y naves (en lugar de vehículos de un solo uso como en las décadas pasadas), el uso de nuevos materiales más económicos y la inclusión de robótica avanzada para mejorar la eficiencia de los procesos en el Espacio. Con estas mejoras el crecimiento de la Economía Espacial alcanzaría ingresos anuales por 1 billón (millón de millones) de dólares en el 2040 (Citi GPS, mayo 2022).


¿Es sólo dinero entonces? No del todo, este valor económico también está acompañado de valor social y ambiental. Se calcula que el 70% de la Economía Espacial continuará correspondiendo en los próximos veinte años al lanzamiento de satélites (Satellite Industry Association, 2020), muchos de los cuales proveerán de internet de banda ancha a cada metro cuadrado del planeta a una centésima del costo actual, disminuyendo la brecha digital y promoviendo el desarrollo económico de comunidades históricamente excluidas. Una red más avanzada de satélites podrá también utilizarse en el monitoreo en tiempo real de gases de efecto invernadero, la administración de recursos hídricos y una mejor reacción ante desastres naturales, entre otras muchas aplicaciones que beneficiarán a la raza humana en su conjunto.


La carrera espacial no está exenta de retos éticos y en la medida que el sector privado incrementa su protagonismo los gobiernos del mundo deberán promover mecanismos de contrapeso que eviten que el Espacio, como bien público de la humanidad, termine en las manos de unos cuantos.


Si bien la conquista del Espacio sin duda requerirá de la incansable búsqueda de innovación, eficiencia y rentabilidad propios del sector privado, se deberá procurar un acceso equitativo de los beneficios a toda la humanidad, tanto presente como futura.

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