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El futuro de la inflación es verde

Es difícil no haber sentido los impactos de la inflación de este año. Lo percibimos en casi todo, desde el precio de los alimentos hasta las compras navideñas. La inflación anual se ubicó en noviembre pasado en 7.37% en México y en 6.8% en Estados Unidos, el peor dato en unos 20 y 30 años, respectivamente. Para el resto del mundo la situación no es muy diferente previendo por ejemplo una inflación de al menos 5% para el conjunto de países de la OCDE en este 2021. Los determinantes de esta inflación son múltiples pero los especialistas coinciden en que se trata de una combinación de factores de oferta como cuellos de botella en las cadenas de producción y, factores de demanda como que más personas en el mundo están privilegiando la compra de productos (sobre todo tecnológicos) en lugar de adquirir servicios. Sean las causas que sean estas se resumen en un desequilibrio donde la oferta es menor que la demanda o, la demanda es mayor que la oferta, como gustes decirlo dependiendo dónde creas que está el mayor peso explicativo.


Fieles a su función tranquilizadora de los mercados, los bancos centrales argumentan que la inflación actual es transitoria, que alcanzará su pico en 2021 y que convergerá hacia el fin de 2022 en precios más estables, digamos un 3% de inflación que es el objetivo del banco central en el caso mexicano. Sin embargo, estos planes podrían verse afectados por una amenaza muy actual pero poco relacionada tradicionalmente con la inflación: el Medio Ambiente.


¿Cómo es que la crisis climática definirá los precios del futuro? Pues figuren que lo hará tanto si hacemos algo como si no hacemos nada. ¿Una fatalidad? Empecemos por este último escenario en el que los seres humanos nos enfrentamos a temperaturas cada vez más erráticas que resultarían en una caída de la producción de alimentos y un consecuente aumento de su precio. Un clima fuera de control también se traduce en una mayor demanda de energía (para enfriar o calentar un planeta más extremo) aumentando el precio del gas y de la electricidad. Por último, catástrofes cada vez más frecuentes como tormentas, huracanes, incendios o incluso la pérdida de la biodiversidad poseen fuertes impactos en la productividad y empeoran la escasez de recursos en el mundo, desequilibrando aún más los precios (sobre todo en los países más pobres y menos resilientes a estos eventos extremos).


Pero incluso las acciones de descarbonización del mundo tendrán un efecto inflacionario, pues los obstáculos técnicos de las nuevas tecnologías verdes y las inversiones requeridas para producir un mundo más limpio elevarán el costo de casi todo lo que hoy consumimos. El gasto necesario para transitar hacia una industria más limpia requiere nuevos procesos y tecnologías que alguien deberá pagar. Sólo por mencionar un par de ejemplos se estima que fabricar vidrio de una manera sostenible tiene un costo al menos 20% mayor que su alternativa contaminante, o bien producir acero limpio es 30% más caro. Esta transición también requerirá de un creciente consumo de materias primas como el cobre, necesario para la fabricación de las redes de un mundo electrificado por turbinas eólicas o granjas solares.


Ambos escenarios parecen ubicarnos entre la espada y la pared pero con una sutil diferencia: no hacer nada nos enfrenta a un escenario económico donde la escasez sólo se agravará ocasionando un costo de vida cada vez más alto. En cambio, implementar acciones de combate al cambio climático tendrá un efecto inflacionario de corto a mediano plazo en la medida que los seres humanos eficientizan las tecnologías requeridas para que un futuro verde sea asequible para la mayoría. Esta eficiencia en costos es de hecho el curso natural de la tecnología; basta ver como en los últimos 11 años el costo de producir autos eléctricos se ha reducido un 89% incluso cuando este tipo de vehículos representa actualmente sólo el 3.2% del total fabricado en el mundo. ¡La eficiencia está al centro de la inventiva humana!


Quizá la era de baja inflación en los países desarrollados y buena parte del globo durante los últimos 30 años estuvo en parte apoyada por un subsidio ambiental, permitiendo incrementar nuestro consumo a unos precios que nunca reflejaron su verdadero impacto en las generaciones futuras. La siguiente ola de inflación será verde y puede ser también más humana al recordar que en su transitar estaremos construyendo un sistema de precios que logre interiorizar un bienestar más sostenible para todos.

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