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El Liderazgo Administrativo: Subestimado e Infravalorado

Un reto que existe tanto en las empresas como en la vida misma es poder conciliar la creatividad y el emprendimiento con el control y la administración. Lo vemos cuando los arquitectos conciben maquetas con diseños alucinantes cuyos retos de ejecución y costo pueden ser inviables o cuando un equipo comercial propone estrategias con inversiones tan ambiciosas que podrían llevar a la quiebra a cualquier empresa. No es secreto de nadie que los perfiles complementarios aportan el tan necesario equilibrio entre la pasión desmedida y el control excesivo para permitir la escalabilidad sostenible de un negocio. Lograr el balance adecuado entre la ocurrencia creativa y la mesura administrativa es un ingrediente presente en los negocios exitosos que logran perdurar en el tiempo. ¿Por qué entonces, si ambas competencias empresariales son tan valiosas, el mundo corporativo suele subestimar a sus administradores?


La preferencia por el liderazgo creativo y el descrédito hacia el personal administrativo está presente incluso en la cultura popular global. Recuerdo con gracia una encantadora película de Disney llamada Soul que nos muestra un lugar donde las almas reciben antes de nacer aquello que las hará diferentes e interesantes en la vida, su “chispa”. No es casual que se haya elegido como única antagonista de la película a una contadora con apariencia anticuada con el trabajo de mantener los registros contables de ese fantástico mundo y cuyos compañeros terminan engañando con falsas congratulaciones para quitarse de encima su aparentemente irrelevante obsesión por el orden.


Ser un administrador suele relacionarse con tareas operativas para muchos intrascendentes y carentes de valor que en el mejor de los casos deberían relegarse a agencias de outsourcing encargadas de la contabilidad, la auditoría, los pagos, el cálculo de nómina e impuestos, los asuntos legales y en general cualquier tarea percibida como fuera del alma generadora de valor de la empresa. Reconozco que cuando juzgo este punto puedo ser muy poco objetivo pues sentí en carne propia, justo en mi primer empleo, el menosprecio que puede significar algunas veces trabajar desde la aparente obscuridad del outsourcing para tener la casa en orden al tiempo que las aristocracias corporativas me dejaban bien claro que mis límites estaban dentro de la flemática burocracia. Esta falsa dicotomía tiene consecuencias tanto en el clima organizacional (sobra decir que no duré ni un año en esa empresa) como en los resultados de la compañía. En opinión de Tim Perlstein, especialista en transformación digital, el management sin liderazgo se convierte en burocracia, pero el liderazgo sin gestión es un caos carismático; se necesitan ambos tanto a nivel organizacional como individual. Nuestra cultura, según él advierte, idolatra el liderazgo y la innovación con una adoración que no se extiende a los controles en Excel ni a los indicadores operativos, herramientas utilizadas por los “aburridos administradores” y, sin embargo, se necesitan varios administradores entre bastidores para que las grandes empresas funcionen.


Las causas de esta desconsideración hacia lo administrativo son variadas, desde la legítima preferencia por la hiper automatización del control para reducir errores humanos y ampliar márgenes de utilidad, hasta la base idiosincrática de las actuales economías del conocimiento que llevan a aislar la generación de valor al mero marco de la innovación, pero rara vez lo celebran en el campo de los procesos y el control. Interesantemente encontramos también motivos en el campo de nuestras emociones.


El psicólogo Tibor Scitovsky propuso una teoría que me parece tremendamente oportuna al describir el eterno reto del equilibrio de nuestros sistemas nerviosos para evitar la excitación intensa que nos produce incomodidad, pero cuando es demasiado escasa nos genera aburrimiento. Esto mismo surge cuando un administrador, tal como una desdeñada ama de casa, mantiene el hogar en orden y, mientras las cosas se mantengan siempre funcionando, todo mundo tomará su existencia por garantizada, generando una realidad muy ordenada y cómoda pero poco emocionante por el simple hecho de que el orden continuo nos provoca aburrimiento. En contraste, el reconocimiento es mucho más frecuente en empleos asociados no a la estabilidad sino al cambio, aun cuando muchas veces la eficacia de sus apuestas sea reducida. En otras palabras, los puestos de liderazgo creativo son posiciones laborales psicológicamente más intensivas en generación de placer para la organización y resistentes por tanto a la decepción, que aquellas posiciones administrativas enfocadas al control, tareas con un aura de continuidad y orden que pueden resultar aburridas para el sistema nervioso de la organización.


¿Has tenido una experiencia similar en la que te hayas sentido subestimada? Mirar de cerca estos juicios nos permite estar abiertos a un reconocimiento mucho más imparcial sobre el valor de las personas en una organización, reconociendo a los equipos administrativos como esa columna vertebral de la empresa que permite la implementación de las nuevas ideas en el marco de lo medible, sostenible y perdurable.

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