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Foto del escritorAlfredo Nava Escárcega

La Tierra sin humanos (y sin crecimiento)

Actualizado: 3 jul 2022

Hace algunos años cursé una clase de Finanzas Públicas con el Dr. Héctor Villareal; en una de las sesiones él expuso el problema que significaría una reducción de la población en el mundo. Mi gen antisocial salió a relucir de inmediato. ¡Un mundo con menos gente! ¿Dónde firmo? −dije yo con mucha imprudencia a la clase. En mi cabeza menos humanos no significaría más que un alivio a nuestro agotado planeta y la manera ideal de lograr mejores condiciones de vida. Después de todo crecí creyendo que la familia pequeña vive mejor y que el problema del mundo es que ya somos muchos.


Lo primero a saber es que, por primera vez en la historia reciente de la humanidad, pronto viviremos en un mundo en donde cada día habrá menos de nosotros. Esto es una novedad con fuertes implicaciones sobre nuestro concepto de prosperidad ya que históricamente los seres humanos hemos construido nuestro éxito como especie sobre la idea de crecer y multiplicarnos.


¿Cómo sabemos que la población comenzará a decrecer? Los demógrafos idearon un parámetro conocido como tasa mínima de remplazo la cual indica que, para mantener una población humana constante, cada mujer debe tener en promedio 2.1 hijos a lo largo de su vida (un hijo la sustituye a ella, otro a él y 0.1 es un extra para aquellos hijos nacidos que desafortunadamente no llegarán vivos a su edad reproductiva). Hoy más de la mitad de los países del mundo presenta tasas de fertilidad que comprometen sus niveles poblacionales, destacando casos como el de Corea del Sur y Japón con niveles de 1.3 y 0.9, o España e Italia con 1.2 y 1.3, respectivamente. El tema ha causado tal relevancia que decenas de países ya otorgan incentivos económicos a los embarazos y hasta el Papa Francisco ha llamado egoístas a aquellos que toman la decisión de tener mascotas en lugar de hijos. En México la situación no es distinta, el censo de 2020 mostró que por primera vez el país se encuentra por debajo del reemplazo poblacional con una tasa de fecundidad de 1.9, un poco por arriba del 1.7 de Brasil.


¿Por qué la gente no quiere tener hijos? Uno de los estudios más completos se expone en el libro Empty Planet (Barrel Bricker y John Ibbitson, 2019), que pronostica que la población humana alcanzará su pico hacia 2050 con 8 a 9 mil millones de habitantes. Dichos investigadores plantean que en la medida que en los últimos 100 años la mayor parte del planeta se fue urbanizando, comenzaron a pasar dos cosas: i) los hijos se convirtieron para sus padres en un pasivo en lugar de un activo, ya que la producción en las ciudades requirió menos mano de obra que la que se necesitaba hasta entonces en los campos y ii) la mujer aumentó su participación en la economía y educación incrementando su poder de decisión en el número de hijos que desea. Otros autores como Mukesh Eswaran (1994) a quien también tuve el privilegio de tener como profesor, expone como los hijos solían tenerse como una forma de seguro para la vejez y el desamparo, pero fueron sustituidos por sistemas modernos de pensiones y seguridad social.


Personalmente considero que existen también otros factores contemporáneos mucho menos estudiados, como los cambios idiosincráticos del concepto de familia tradicional o incluso los retos y altos costos reproductivos a los que se enfrenta la población autoidentificada como LGBT+, quienes ya representan en EE.UU. el 21% de los jóvenes nacidos entre 1997 y 2003 y que pronto entrarán a la etapa de elección parental con efectos demográficos todavía no cuantificados.


Respecto a los efectos del despoblamiento puede encontrarse un consenso de que tendrá un efecto positivo sobre nuestro medio ambiente, ya sea a través de una reducción de las emisiones de carbono o un menor estrés en los sistemas de alimentación y explotación de recursos no renovables. Sin embargo, la manera en que nos hemos contado la Economía cambiará para siempre porque en 28 años nuestro mundo con menos humanos será también un mundo con menos consumo. De mantenerse las tendencias actuales en menos de 30 años viviremos en un mundo donde en términos absolutos requeriremos menos casas, menos autos, menos oficinas y simplemente, menos de todo.


Esta sociedad del mañana no sólo consumirá menos, sino que será en promedio mucho más vieja. Como lo indican Bricker e Ibbitson muchos países incluyendo naciones como China, Brasil o México llegarán a viejos antes de ser lo suficientemente ricos para permitírselo. En ausencia de jóvenes, la economía de esos países dependerá en el mejor de los casos de una mucho mayor edad de jubilación y de pensiones precarias.


A pesar de los enormes desafíos este gran cambio poblacional también trae su torta bajo el brazo. Toda vez que China ha perdido los fundamentos demográficos para ser la mayor economía del mundo (alcanzando su pico poblacional tan pronto como en 2030), las tendencias sitúan ahora a India (pico en 2060) y a África como los siguientes booms económicos, esperando movilizar a millones de personas fuera de la pobreza y reduciendo los rezagos de estas regiones con quienes la humanidad tiene una enorme deuda. Además del desarrollo de estos países con todavía altas tasas de fecundidad, resulta claro que la inmigración será un mecanismo de prosperidad para las naciones más envejecidas, movilizando juventud hacia países cuya supervivencia estará en manos de extranjeros. Es el caso actual de Alemania que está ya resolviendo su déficit de trabajadores con inmigrantes y refugiados sin ciudadanía quienes ya representan hoy el 13% de la población de dicho país, o bien Japón que ha anunciado ampliar su política de inmigración y abrir sus fronteras a extranjeros.


Si bien una Tierra con menos personas significa claras ventajas para el resto de los seres vivos, para los humanos traerá retos sistémicos profundos y también la oportunidad de reorientar nuestras economías, altamente dependientes en consumo, hacia nuevos modelos que encuentren fuentes de prosperidad en la justicia intergeneracional, en la sostenibilidad y hasta en la riqueza de la multiculturalidad que nos espera en el mañana.

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