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Foto del escritorAlfredo Nava Escárcega

“Purpose Anxiety”: Obsesionados con el propósito a toda costa

Hace unas semanas se me vino un recuerdo mientras esperaba los temblores de septiembre que en Ciudad de México este año no llegaron. En medio de la solidaridad conmovedora de miles de voluntarios que en 2017 esperaban turno para ayudar sucedió una historia desconcertante que un gran amigo me contó. Al calor de la tragedia un grupo de alumnos de universidad, pendientes de ser requeridos en algún sitio del desastre, aguardaban impacientes en su salón de clases cuando uno de ellos lanzó una pregunta que hasta la fecha no olvido: «Profe, ¿por qué no se cayeron más edificios? Así hubiéramos podido ayudar más».


Querer impactar y hacer de eso un sentido en la vida no tiene nada de malo. A decir verdad, tener un propósito en la vida es para todo ser humano un ingrediente clave en su bienestar. Sin embargo, el deseo obsesivo de “impactar en el mundo” puede, como toda compulsión, mermar la salud mental y las funciones cognitivas de las personas.


La obsesión con la búsqueda de sentido puede ser más notable en los jóvenes, pero es algo de hecho muy presente en el trabajo y los negocios tal y como me sucedió hace unos días cuando en una reunión con un alto ejecutivo de un banco neoyorkino me encontré de pronto respondiendo preguntas más dignas del diván de un psicoanalista que las de una junta con un inversionista: «¡Ya me dijiste que es lo que hace tu empresa! pero, ¿por qué haces lo que haces, qué los mueve cada día?, ¿cuál es tu Para Qué?» Ninguna de mis respuestas parecía dejar satisfecha su aparente obcecación por las cuestiones existenciales de la vida hasta que decidí bajar los ánimos de la reunión con un chascarrillo que se pareció más al típico y simplón queremos cambiar el mundo.


El fenómeno del “purpose anxiety” es algo que los psicólogos tienden a asociar con el trastorno obsesivo compulsivo existencial en la forma de pensamientos recurrentes y no deseados sobre el propósito de nuestra vida. Según un interesante ensayo del doctor Tetsuya Akaishi de la Universidad Tohoku en Japón, las personas obsesionadas compulsivamente con causar un impacto necesitan demostrar continuamente la ventaja de su propia existencia y la diferenciación de su persona sobre los demás; se trata de una afirmación desproporcionada de que la sociedad los necesita a toda costa lo que provoca un miedo continuo a ser omitido o no ser lo suficientemente relevante.


Estos altos niveles de obsesión con la búsqueda de propósito y el lograr un impacto en la vida no solo causan altos niveles de ansiedad en el individuo, sino que las personas en su entorno pueden sufrir daños colaterales, como lo muestra la historia de uno de los más grandes fraudes en Silicon Valley perpetrado por la soñadora Elizabeth Holmes, fundadora de la empresa Theranos, quien a través de una supuesta invención tecnológica lograría revolucionar el diagnóstico médico y la salud de todos las personas en el planeta. La historia de Holmes era como muchas otras, una emprendedora en serie que había renunciado a sus estudios en Stanford para dedicarse de lleno a salvar a la humanidad al inventar una caja misteriosa que requería una sola gota de sangre para detectar oportunamente cientos de padecimientos. Si bien nunca existieron evidencias concretas del funcionamiento de aquella supuesta maravilla, su discurso existencial generó un entusiasmo tal que la llevó a captar un sinfín de rondas de inversión. Sus discursos inspiracionales eran de esos que hacen sentir a cualquiera imparable ya que repetía en toda intervención que la base de su éxito era “haber encontrado su verdadero propósito y pasión en la vida y que si lo persigues sin importar nada entonces puedes alcanzar cosas maravillosas”. Al ser cuestionada por una periodista sobre qué se sentía ser la milmillonaria más joven del mundo ella respondió: «eso no es lo importante, lo que importa es qué tan bien lo hago al mejorar la vida de las personas, ese es mi propósito y la razón para hacer y amar lo que hago todos los días.» Después de ser considerada una de las empresas tecnológicas más prometedoras y de tener en su consejo de administración a personalidades como ex Secretarios de Estado de los EE.UU. (Henry Kissinger y George Shultz) o al ex CEO de Wells Fargo Richard Kovacevich y convencer a una multitud de inversionistas institucionales de gran renombre, en 2023 Elizabeth Holmes perdió su fortuna e inició una condena tras las rejas de entre nueve y once años por el delito de defraudamiento, una sentencia mucho más dura que los dieciocho meses de arresto domiciliario que solicitaron sus abogados.


¿En dónde está la línea que convierte a la obsesión por el propósito en algo malo? Los psicólogos nos dan una pista: cuando la búsqueda compulsiva de propósito está orientada hacia uno mismo en lugar de hacia los demás los resultados suelen ser dañinos para todos. En otras palabras, si bien la búsqueda de impacto y logros nos hace sentir que estamos conectados a la sociedad y que somos personas valiosas, la probabilidad de tener éxito al momento de encontrar un propósito satisfactorio en la vida aumenta cuando nuestras motivaciones se enfocan hacia los demás y no hacia nosotros (Steger et al., 2008). Después de todo, cuando la fama o la riqueza son los fines en sí mismos los resultados de cualquier emprendimiento o intento de propósito suelen ser usualmente desastrosos.

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