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Suicidio Asistido: lecciones de salud mental en el trabajo

Todos tenemos algunos días de estrés en la oficina, momentos que nos despiertan de la rutina y que disparan nuestros niveles de cortisol para hacernos mover y pensar rápido. Son episodios que al terminar pueden incluso hacernos sentir auto realizados por haber tenido éxito en resolver algo importante o por lo menos haberlo intentado. Una cosa es vivir estos momentos definitorios de tiempo en tiempo y otra muy diferente es vivir luchando contra leones todos los días. Recuerdo haber vivido estas dinámicas tan seductoras de trabajo; sin saber cómo llegué allí, de pronto me vi trabajando largas jornadas y fines de semana para materializar proyectos apasionantes y retadores. Dicen que del amor al odio hay una delgada línea y, justo un día, lo que adoraba con tanta entrega, me comenzó a parecer aberrante y no digno de sacrificar mi alma. Poco acostumbrado a pedir ayuda decidí considerar esto como una prueba más en el camino al éxito y, aunque creí que todo seguiría funcionando bien, no pasó mucho tiempo para que a mi cuerpo rebelde se le ocurriera somatizar la falta de balance. Tendido en una sala de terapia intensiva me recuerdo pensando que las dinámicas empresariales pueden ser a veces una forma de suicidio asistido.


Creo que una de las mayores lecciones de mi época en los hospitales fue aprender a dilucidar la importancia relativa de las cosas, al grado de darme cuenta de que en lo que respecta a las decisiones en los negocios casi nada debería quitarle a uno el sueño. Sacando aquellas cosas que ponen en riesgo nuestros valores o bien los dilemas éticos que se nos van presentando de forma discontinua, el resto de las cosas termina siendo manejable sin necesidad de que nuestro cortisol explote. Recuerdo el reciente caso de Gustavo Arnal, CFO de Bed, Bath & Beyond que en septiembre pasado decidió lanzarse al vació desde su departamento en Tribeca, NY. Para nadie es un secreto que esa empresa atraviesa momentos retadores para redefinir su modelo de negocio, pero me costó trabajo creer que un hombre con una larga carrera en empresas como Avon y 20 años en Procter & Gamble hubiera encontrado una solución definitiva en la muerte antes de lidiar con la poca venta de ollas, ropa de cama o rodillos quita pelusa. Quién sabe, quizá la demanda colectiva que los inversionistas interpusieron por fraude de valores y tráfico de información privilegiada en la que él estaba incluido lo orillaron a tomar este camino, después de todo, el suicidio ofrece a la persona una solución eterna a un problema temporal.


A pocos días de conmemorar el Día Mundial de la Salud Mental (10 de octubre) vale la pena repasar los riesgos que hoy inciden según la OMS en el 15% de los trabajadores del mundo y que se estima ya presentan desórdenes mentales derivado de algún desequilibrio laboral. Lo primero en saber es que estos riesgos no son exclusivos de puestos con una gran exposición a la toma de decisiones, sino que cualquiera podemos sufrirlos siendo las principales causas el exceso de carga de trabajo, el estrés ocupacional, el bajo nivel de control en las actividades que desarrollamos, la inseguridad laboral y el acoso. Si a eso agregas que más de la mitad de la fuerza laboral del mundo se desempeña en el sector informal nos encontramos con un escenario realmente desafiante en el cuidado de nuestra mente.


Si bien mantener una buena salud mental en el trabajo depende de los gobiernos, las empresas y los individuos, quizá la herramienta de prevención más eficaz está dentro de uno y consiste en pedir ayuda. El poder del auxilio resulta evidente cuando observamos que la mayor tasa de suicidios laborales ocurre precisamente en aquellas profesiones y puestos en donde la debilidad es mal vista. Por ejemplo, un quinto de los suicidios en Estados Unidos ocurre entre los veteranos de guerra, seguido de oficios como policías y profesionales de la salud. Destaca también el suicidio en posiciones de liderazgo en el sector financiero (dominado por hombres, por cierto), de quienes se espera popularmente un alto nivel de autonomía y fortaleza para conducirse sin la ayuda de otros al resolver problemas.


Una segunda herramienta clave es algo de lo que paradójicamente las finanzas ya nos han hablado mucho y que se resume en diversificar tu portafolio de vida. Cuando el trabajo es el único eje en tu vida, es fácil reducir tu propia autoestima al éxito profesional por lo que un fracaso laboral puede arrasar con toda tu existencia, prácticamente porque es lo único que haces y en lo que piensas.


Sea cual sea tu trabajo, procura entonces i) favorecer ambientes en donde todos se sientan cómodos de pedir ayuda y ii) que a todos nos sea posible tener una vida más allá de la jornada laboral. Estos accionables sin duda tendrán un fuerte impacto en nuestra salud mental en el trabajo.

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