top of page

Viejos vs jóvenes, jóvenes vs viejos

Actualizado: 18 jun 2023

Es común juzgar a las nuevas generaciones, ¿Quién no escuchó a sus mayores decir la juventud de hoy ya no es como la de antes? Recuerdo con gracia que solía sentirme especial cuando los profesores nos decían que la última generación “buena” había sido la nuestra, pero luego descubrí que esto se lo decían a todos año con año como una suerte de condena que hacía parecer a cada generación peor que la anterior. Lo cierto es que los problemas intergeneracionales son tan viejos como la historia misma y ya desde la antigua Mesopotamia encontramos registros sumerios en escritura cuneiforme (esa que parece patitas de gallo en tablas de barro) que relatan las quejas de los más viejos ante una juventud descrita como rebelde, inestable y floja. Parece que quejarse de los ‘centennials’ es algo que venimos haciendo desde hace al menos unos 3,700 años.


La convivencia entre generaciones en un mismo presente ha cautivado el estudio de muchos, cada uno con su propia clasificación, aunque hoy solemos utilizar la definición del filósofo español Ortega y Gasset para referirnos a un conjunto de individuos capaces de identificarse entre sí en función de una edad similar y de creer en una serie de elementos culturales compartidos. Así, hoy hablamos de los Pre-boomers para referirnos a los nacidos antes de 1940, los Boomers de 1940 a 1959, la Generación X de 1960 a 1979, la Generación Y (los Millennials) de 1980 a 1994, la Generación Z (los Centennials) de 1994 a 2010 y la Alpha del 2011 a la actualidad. Las fechas pueden variar un poco pero más o menos se busca agrupar periodos de 15 a 20 años.


Aunque podemos tener diferencias de pensamiento la verdadera batalla intergeneracional se libra en el campo de lo económico y es que allí son los jóvenes quienes consideran tener hoy una peor suerte financiera que la de sus padres. No es casualidad que los Boomers sean tan Boomers hasta en sus finanzas, pues fueron una generación que gozó la mejor parte del ciclo de transición demográfica con altas tasas de natalidad y bajas tasas de mortalidad creando una ola poblacional que soportó una prosperidad creciente. En cambio, las nuevas generaciones de la mayor parte del mundo se enfrentan a una expectativa poblacional envejecida en la que serán ellos quienes mantendrán no solo su propia vejez sino también la de sus padres.


El caso mexicano es un duro ejemplo de los retos en materia de justicia intergeneracional. Fue en la Constitución Política de 1917 que se consideró por primera vez el acceso a una pensión como un derecho humano, sentando las bases del sistema de pensiones por el régimen de beneficio que ha permitido a millones de mexicanos que comenzaron a trabajar antes de 1997 gozar de pensiones garantizadas que alcanzan por lo menos el 40% de su último salario cotizado. Este tipo de pensiones son tan generosas que incluso pueden alcanzar montos realmente elevados si es que un empleado cobra un sueldo alto durante sus últimos 5 años de trabajo, algo que de hecho es fácil de lograr con el apoyo de ‘gestores’ que en el caso de pensiones como Pemex o la extinta Luz y Fuerza del Centro pueden ser de montos promedio de $90,000 pesos mensuales, nueve veces más que un pensionado promedio del IMSS.


Este esquema de jubilación fue fundamentado bajo el supuesto de una estructura poblacional piramidal donde las contribuciones de los más jóvenes permitirían pagar las pensiones de los mayores, una idea de hecho que data del canciller alemán Otto von Bismarck quien creó así el primer seguro de vejez sin imaginar la larga esperanza de vida que tendríamos en la actualidad y el acortado apetito de los jóvenes de hoy por tener hijos.


Para dimensionar el tamaño de esta lucha generacional consideremos que en México uno de cada cinco pesos de todo el gasto del gobierno es dedicado al pago de pensiones. En otras palabras, los jubilados mexicanos recibirán durante 2023 el 20.1% de todo el presupuesto público superando incluso el gasto en educación (CIEP, Héctor Villarreal, 2021). En los siguientes años se estima de hecho que el gasto en pensiones será más del doble de la cantidad de dinero gastada en la educación de niños y jóvenes, sin hablar del espacio presupuestal que se verá cada vez más reducido para realizar inversiones en infraestructura y otros recortes que perjudicarán la productividad y la capacidad de producir riqueza de las nuevas generaciones.


Temo reconocer que mi generación, la llamada Millennial, será la más perdedora al no solo afrontar vía un creciente pago de impuestos la cobertura de la pensión de sus padres, sino que nosotros mismos inauguraremos el nuevo esquema de jubilación basado en cuentas individuales (AFOREs) por el que solo alcanzaremos en el mejor de los casos un 30% del sueldo promedio de toda nuestra vida laboral. Vale la pena mencionar que la generación Alpha correrá con una mejor suerte ya que el pago de pensiones de beneficio definido alcanzará su punto máximo entre 2030 y 2035 para luego descender y extinguirse hacia el cierre del siglo brindando mayores oportunidades económicas para las generaciones nacidas a partir de 2011.


La dinámica de las cuentas generacionales permite explicar más racionalmente la precariedad patrimonial de los Millennials siendo la generación que más afrontará el costo económico del cambio demográfico. Así que, cuando conozcas a un trabajador Millennial que vive con sus padres (como más del 50% aún lo hace), considera que una parte del sueldo de este joven está pagando de hecho la pensión de sus progenitores y que su acceso a una vejez digna dependerá de su propia capacidad de ahorro. Por otro lado, si perteneces a la generación que tiene o tendrá acceso a una pensión de beneficio definido (régimen de 1973) y sientes que has cantado victoria, ten cuidado, pues el peso presupuestal de este esquema será tan oneroso en el futuro que podrían tomarse medidas correctivas como la disminución del monto máximo de pensión o el aumento en la edad de jubilación.


Creo que el mejor enfoque que cualquier generación puede tener respecto a su retiro es no ser una carga material para nadie. Esto implica una cultura del ahorro voluntario consumiendo menos de lo que generamos en nuestra edad productiva e invirtiendo sabiamente para al menos proteger nuestro patrimonio contra la inflación. Encima de ese objetivo meramente financiero debe caber la colaboración entre las generaciones como una máxima de vida, después de todo, nadie llegó al mundo solo ni creo que nadie espere irse solo de él.

63 visualizaciones1 comentario

Entradas recientes

Ver todo
Publicar: Blog2_Post
bottom of page